AMARTYA SEN, La idea de la Justicia, taurus, Madrid, 2007
Amartya sen es mundialmente conocido
por sus trabajos iniciales en la disciplina
de la economía. estos trabajos, desarrollados
en relación con el bienestar y la pobreza,
le hicieron merecedor de un nobel en
1997. Menos famosa, pero no por ello
menos profunda, es su faceta de filósofo
político, que sistematiza en su último
libro, La idea de la Justicia.
Lo primero que salta a la vista del lector
es, sin duda, los ejemplos y casos que
plantea sen para explicar sus tesis. Pese a
haberse educado en Cambridge, en su pensamiento
y en su obra se detectan desde el
primer momento claras influencias orientales.
Así, muchas veces utiliza ejemplos
extraídos de la mitología hindú (como el
Bhagavad Gita) o de cuentos, mitos y
leyendas chinos o japoneses. tal influencia
no se queda sólo en lo superficial, sino
que puede verse también en la manera de
articular su pensamiento y en las ideas
centrales del mismo. y quizá uno de los
puntos donde más se perciba es en su concepción
de la democracia, que ocupa los
capítulos 14 y 15 del libro.
el objetivo de la obra es principalmente
identificar las exigencias de la justicia,
para lo que el autor da una gran relevancia
al razonamiento público, es decir, al debate
abierto entre una pluralidad de personas,
cada una de las cuales habla con su propia
voz. según sen, la búsqueda de estas exigencias
no puede ser personal e interna
sino que surge del diálogo con otros: “hay
una íntima conexión entre justicia y democracia,
que comparten características discursivas”
(p. 356).
sen ofrece ricas distinciones conceptuales
producto de su amplio bagaje cultural.
es lo que sucede con la contraposición
de dos términos filosófico-jurídicos hin -
dúes: niti y nyaya (pp. 51-53). La primera
idea “se refiere a la idoneidad de las instituciones,
así como a la corrección del
comportamiento, mientras que la segunda,
nyaya, alude a lo que surge y a cómo surge
y en especial a las vidas que las personas
son realmente capaces de vivir” (p.
19). La segunda perspectiva es más amplia
y comprehensiva, menos rígida y formal,
más relacionada con el mundo real y
menos con las instituciones y reglas que
tratan de moldearlo.
La teoría de la justicia de sen sigue el
camino de la nyaya en vez del de la niti:
conseguir que las personas actúen de una
manera que realmente puedan, en vez de
crear instituciones. el autor, por tanto, no
considera la justicia como un conjunto
estático de instituciones perfectas, sino
más bien como una herramienta útil para
reducir las situaciones manifiestamente
perversas o injustas1, herramienta que tiene
que tener en cuenta a las instituciones,
sí, pero también a la gente que vive bajo
ellas. si entendiéramos la justicia de la primera
manera, niti, es posible que fuera
más difícil llegar a ella mediante el debate
de toda la sociedad. Pero concibiéndola
como nyaya, tratando de solucionar problemas
concretos, es posible que muchas personas puedan aportar ideas pragmáticas
y útiles.
el autor pone un ejemplo muy clarificador
de cómo la democracia facilita la
solución de los problemas: en los países
democráticos no hay hambrunas, al contrario
que en los no democráticos. Así,
afirma que en la india dejó de haberlas
cuando se independizó y democratizó
mientras que China siguió padeciéndolas
hasta 1961, cuando se registró la última
(pp. 373-377). ¿Por qué pasa esto, si
China es una potencia económica de primer
orden y la india no? según sen, porque
sólo en una democracia la información
y la presión fluyen de abajo hacia
arriba de la manera adecuada para que
los funcionarios solucionen los problemas.
La contraposición entre niti y nyaya
surge también a la hora de definir la
democracia, que para sen no quiere decir
elecciones y votos (la parte niti, formal,
del proceso democrático) sino discusión
pública o, mejor dicho, gobierno por discusión.
Puede así sostener la siguiente
tesis: si bien es cierto que el entramado
institucional de la democracia moderna
es plenamente occidental, derivado de
los pensadores liberales del siglo dieciocho,
no podemos decir en absoluto que la
democracia sea fruto de la cultura occidental.
La tesis de sen tiene consecuencias
obvias, pues si la democracia como
gobierno por discusión ha surgido en
muchos lugares del mundo, en estos lugares
se podrá intentar alcanzar los requerimientos
de la justicia. si no, sólo podrán
buscarse en occidente. Pues bien, sen
afirma que precisamente en muchos lugares
de Asia hubo ricas democracias, especialmente
—pero no sólo— en el ámbito
municipal, durante los siglos posteriores
al auge de Atenas, épocas en las que europa
estaba regida primero por roma y luego
por diferentes reyes, papas y emperadores.
Algunos de sus ejemplos tienen que
ver con ciudades de irán o la india, con
concilios budistas celebrados en india o
con la “Constitución de los diecisiete artículos”,
en la que un emperador japonés
defendía la tolerancia y la toma de decisiones
colectivas.
sen no ahonda en los entramados institucionales
de estas democracias asiáticas,
pero lo que se desprende de sus postulados
es que mientras se mantenga el
elemento de discusión pública y de
influencia de la misma en el gobierno no
es importante la manera concreta en que
se haga. Prácticamente la única institución
que el autor considera necesaria para
una democracia moderna es la de unos
medios de comunicación desarrollados,
inquisitivos y libres.
La concepción de democracia como
nyaya tiene otras consecuencias. Así, está
su defensa de los derechos de las minorías,
que según sen no se podría articular si la
democracia se entiende como mero niti,
“sólo desde el punto de vista de las elecciones
y de la ley de la mayoría” (p. 383).
esta protección de las minorías no la lleva
a cabo sen desde una perspectiva institucional,
aconsejando por ejemplo el establecimiento
de mayorías reforzadas para
tomar determinadas decisiones, sino a través
de valores de “tolerancia y respeto
mutuos” (p. 384) y del “reconocimiento de
las múltiples identidades de cada persona”
(pp. 384-385).
no es la primera vez que sen expresa
su concepción de la democracia; lleva
años haciéndolo2. Por ello, es obvio que se
trata de una teoría que cuenta con sus
detractores. Probablemente el más conocido
de todos ellos sea el italiano Giovanni
sartori, que sistematiza su crítica a esta
concepción en el apéndice de la segunda
edición de ¿Qué es la democracia?3. en la
obra que analizamos, sin embargo, sen no
contesta a sus críticas.
el italiano enfoca el problema en la
cuestión de si la democracia es exportable
desde occidente al resto del mundo. La respuesta
de sen, obviamente, es que la pregunta
no tiene sentido: tanto los que dicen
que sí se puede exportar como los que sostienen
que esa exportación es una imposición
están suponiendo “que la democracia
pertenece en exclusiva a occidente” (p.
352). y sen, como hemos visto, rechaza
fuertemente esta tesis, definiendo la democracia
como gobierno por discusión.
Pues bien, lo que ataca sartori es precisamente
esta definición; según él, la
democracia no es sólo discusión pública,
porque “el hombre es, por definición, un
animal parlante y…con tendencia a discutir”
4, incluso en regímenes totalitarios. La
democracia es algo más: el pueblo debe
poder decidir, llevar los resultados de esta
discusión a la práctica, y sólo podrá hacerlo
cuando esté libre de la tiranía. y precisamente
son las instituciones de la democracia
liberal (o, como la llama el italiano,
“liberal democracia”) las que permiten dar
este paso. ésta es una tesis ya clásica de
sartori: “la liberal-democracia es, en primer
lugar, demoprotección, la protección
del pueblo contra la tiranía; y, en segundo
lugar, demopoder”5.
Así, para el italiano la democracia es
exportable pero “no a todas partes y no
siempre”6: los países con bases religiosas
sintoístas, hinduistas o budistas se prestan,
pero los países musulmanes no7. esta teoría
pone obviamente mucho más énfasis en
las instituciones que la de sen.
en todo caso, creo que no es desacertado
decir que las teorías de sen sobre la
democracia aportan una voz diferente, que
sostiene argumentos a los que no estamos
acostumbrados. es de esperar que en el
futuro este autor conteste a sus críticos
continuando así con el siempre rico debate
sobre la democracia.
P.PIEDRA
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